
Según el Barómetro de la Confianza 2025 de Edelman, se revela una profunda crisis de confianza institucional en Perú; el país ocupa el último lugar, con apenas 37% de confianza promedio, un indicador que revela que la credibilidad no se da por sentada y en el que cada actor debe trabajar aún más para construirla y sostenerla.
Este dato no solo describe un contexto complejo, también permite recordar que en un entorno donde la credibilidad es tan baja, la construcción de confianza entre marcas, aliados y audiencias ya no es opcional, sino una prioridad estratégica.
Por ello, en el mundo de las relaciones públicas solemos hablar mucho de reputación, narrativa, posicionamiento y estrategia, pero pocas veces se reconoce con la misma fuerza aquello que realmente sostiene todo lo demás: la confianza entre el cliente y la agencia. Una confianza que no se limita a un contrato ni a un intercambio de servicios, sino que se construye a partir de un vínculo en el que la comunicación deja de ser un entregable y pasa a ser una responsabilidad compartida.
Con el tiempo, el vínculo entre cliente y agencia evoluciona y se transforma. La agencia deja de ser un ejecutor de tareas y pasa a convertirse en un confidente que sostiene, orienta, que analiza riesgos, que protege y que está en todo momento para dar el respaldo necesario.
Cuando una empresa confía en su agencia, no solo le entrega un brief, le entrega su voz; y eso solo sucede cuando cliente y agencia actúan como un mismo equipo, con la certeza de que ambos velan por un mismo objetivo. Y la confianza crece cuando el cliente siente que habla con alguien que lo entiende, no solo con alguien que lo atiende.
Además, la relación basada en confianza no solo hace más fluido el trabajo: lo vuelve más estratégico, más honesto y más valioso. Y en los momentos sensibles, las crisis se manejan con mayor coordinación, los voceros se preparan con mayor apertura y las oportunidades se detectan con mayor rapidez. En dichas circunstancias, este gran valor intangible se convierte en un blindaje reputacional.
Finalmente, gestionar relaciones públicas es gestionar relaciones humanas; y como en cualquier otra relación, esta se debe cuidar y mantener ya que la confianza no solo está en decirlo, está en demostrarlo todos los días.









