Un día, como muchos, estaba en la oficina y me invitaron a participar en una reunión desde el departamento de recursos humanos. En esa reunión, había personas de las diferentes áreas de la compañía y en realidad no hacía mucho sentido la presencia de ninguno de nosotros. Las sillas estaban dispuestas de tal manera que formaban un círculo, y por supuesto, tomé uno de esos asientos… cuando me di cuenta, todos en el círculo estábamos llorando… en ese momento, entendí que nadie tenía la más mínima sospecha de lo que iba a pasar este día; algo que transformaría para siempre la manera en que nos veíamos los unos a los otros a la cara…
Contar historias es parte del ser humano. Desde tiempos remotos, la narración de cuentos, leyendas, anécdotas y sucesos históricos, entre otros, han sido los vehículos que le han dado a la humanidad, generación tras generación, las bases de su identidad cultural e histórica, e incluso conocimientos para la misma supervivencia. Esta herramienta, que está tan involucrada en los procesos de educación y desarrollo en los niños, no ha perdido vigencia ni importancia, por el contrario, en los últimos años, el mundo corporativo se ha percatado del poder del storytelling, y lo ha empezado a incluir en sus estrategias de posicionamiento y comunicaciones.
Pero ¿por qué es tan poderoso el storytelling para el universo empresarial? En el mundo hiperconectado en el que vivimos, donde en todo momento somos bombardeados por todo tipo de información, ganar un espacio en la mente de nuestros stakeholders se ha convertido en una labor titánica, y solo los mejores lo logran. Y ¿por qué es válido?, porque detrás de las compañías y las marcas están las personas que hacen posible la existencia de las mismas, y le dan una justificación a esa existencia, ya que, sea cual sea la empresa, una compañía nace con el propósito de solucionar necesidades humanas; es decir, se trata de una construcción desde las personas para las personas. Y justo por eso, el mundo corporativo necesita “contar su cuento” y debe poner al descubierto su identidad cultural e histórica, para generar recordación.
Lo bonito del cuento, es que tal y como sucede con las fábulas para niños, las historias pueden tener diez mil colores, en un universo infinito, en donde el gris y el negro también son válidos. Y la potencia de esas historias, se da en la conexión emocional que logremos con nuestras audiencias, lo que conllevará a la recordación. Debemos ser conscientes que desde hace mucho tiempo se acabó la era de la comunicación fría y acartonada, de los datos sueltos y de la aguja hipodérmica. El mundo quiere establecer conexiones con sentido, con valores, en donde la lucha, el dolor, el amor, la tristeza, y todo el mar infinito de emociones, narre sucesos de grandeza, de evolución, dejen enseñanzas, marquen hitos e incluso, logren modificar aquellos comportamientos que no le hacen bien a la sociedad.
Sin embargo, no hay que contar historias por contar algo, no hay nada más patético que convertirse en un mal bufón. La invitación es a mirar al interior de la compañía, rescatar su legado y su vocación; es a desmenuzar todas las fibras humanas que han puesto su talento en el proceso y en no perder de vista que trabajamos en función de otros seres humanos, personas con sed de enamorarse, con ganas de conmoverse, de reflexionar, de evolucionar.
En cada historia hay una verdad, incluso en aquellas que tienen un matiz de sarcasmo e ironía, o aunque se trate de una anécdota graciosa. Pueden ser incluso odas, o una burla a una realidad social, o, ¿por qué no?, producto de la ciencia ficción. No importa el género literario con el que se desee contar una historia, lo que importa es que sea cual sea, esta va a llevar impresa cualidades y realidades humanas que valen la pena sacar a la luz. El storytelling es un arte con el que muchos de nosotros se deja de relacionar a medida que pasan los años, pero que es esencial rescatar.
Las empresas y nosotros mismos (marca personal), todos, tenemos una historia que bien merece la pena ser contada, y que hace parte de un lienzo mucho más grande en el que se pinta la historia de la humanidad. Nos damos cuenta de que hemos contado una buena historia, cuando otros quieren replicarla. Contar historias es ver a través de los ojos de un poeta, del pincel de un artista, del lente de un fotógrafo, de las manos de la abuela, del microscopio de un científico…es tener la capacidad de ver a través de mil rostros y realidades, es apelar a la empatía, para generar empatía. En Edelman, contamos historias para inspirar y movilizar cambios positivos.
…Y para terminar la historia con la que abrí este cuento, se preguntarán, ¿por qué todos llorábamos?, pues bien, no se trataba de una sesión de despidos masivos, ni recibimos ninguna clase de mala noticia, simplemente fuimos invitados a pensar quién es la persona que más te ama y que se siente más orgulloso(a) de ti en el mundo. Luego de eso, debíamos responder a la pregunta: si él o ella estuviera aquí justo ahora, ¿qué te diría? Sin duda, los presentes desnudamos nuestras múltiples realidades y fragilidades, y por eso, después de este día, cuando nos mirábamos a los ojos, veíamos a la persona, al humano detrás del escritorio. Los invito a ustedes a hacer este ejercicio y a empezar contando sus propias historias.